Si no comprendes porqué aquel carcelero y toda su casa fueron salvos sin hacer nada más que creer en Jesús...
Si no logras entender cómo aquellos que pecan y pecan al arrepentirse en el último momento de su vida, tal como aquel ladrón en la cruz, puedan estar con Cristo en el paraíso.
Si sientes injusto todavía que aquellos que trabajaron muchísimo menos que tú, reciban la misma paga...
Si crees que es inaudito que tu hermano menor después de despilfarrar la mitad de la riqueza de tu padre, todavía le hagan fiesta al regresar.
Te estás identificando con el hermano mayor de aquel hombrecillo fatuo y jamás entendrás la gran misericordia del Señor.
La gran misericordia de un Padre que siempre ha estado contigo cada día... la bondad de un amigo que tiene todo para darte...
Jesús sembró su parábola mal llamada "del hijo pródigo" especialmente para los "hermanos mayores", aquellos religiosos que vivían confiando en sí mismos para acceder al Padre... aquellos que jamás entrarían a la fiesta de la salvación porque se sentirían ofendidos del tipo de personas que se acepta en esa fiesta... esa fiesta cuya invitación no tiene nada que ver con los méritos propios, sino con el gran amor de su papá.
Recuerda que en la vida el Señor tu Padre celestial, ha buscado hijos de la nada y abrazado leprosos para darles sanidad, que ha escogido lo peor de lo más vil para exaltarnos a Su lado... que ninguno de nosotros somos dignos de Su gracia.
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