Entonces ¿quién podrá salvarse?
Y los que oyeron esto dijeron:
¿Quién, pues, podrá ser salvo? Lucas
18:26
Cada palabra…
cada oración que ha quedado plasmada en ese libro maravilloso que llamamos
Palabra del Señor… cada regla y
lineamiento… cada observación… cada
libro y mandamiento… cada carta y cada verso… están especialmente diseñados
para que el hombre que se examina a sí mismo, el que busca la verdad… aquel
hombre que lo que quiere es agradar a su Creador… termine haciendo la pregunta que hicieran los
discípulos que estaban con Jesús en aquella ocasión: ¿quién, pues podrá tener
la salvación?
Porque cuando
vemos que el requisito es la perfección, y nos damos cuenta que el pecado nace
en la intención… que no podemos ser santos como pide el Señor… que no podemos
ser justos pues lo que tenemos es impiedad de corazón… lo único que podemos hacer es darnos cuenta
que es imposible realizar lo que allí nos manda nuestro Dios. No podemos amar al enemigo, ni mucho menos
perdonar… pues la realidad es que no podemos vivir dejando de pecar.
Si el
antiguo testamento tenía duros mandamientos… el nuevo lo puso más difícil pues
nos dijo que era incumplimiento aún tener pecado de solamente pensamiento.
Pero para
Dios no hay nada imposible, nada hay difícil para Él… y lo que era irrealizable
para el hombre, en la cruz Jesús lo alcanzó.
Lo imposible
transformándose en posible… lo inadmisible
tornado en aceptable… la quimera en una realidad… nuestra pregunta respondiéndose
en la cruz.
Jesús contesta
nuestra duda en el madero… Gracias Cristo
por amarnos al morir en el Calvario… por llevar nuestros dolores y falencias… por
cambiar nuestro futuro y reemplazar nuestro final... hiciste posible lo imposible y transtornaste lo
que en verdad nos merecemos.
La respuesta
es Juan 3:16, porque de tal manera amó
Dios al mundo que entregó a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él
crea, no se pierda más tenga vida eterna…
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