Cicatrices
Cicatrices que recuerdan dolores del pasado, la suerte que fue echada
en su tiempo y nos trajo la desgracia de la herida. Cicatrices
que se han vuelto parte de tu cuerpo, característica infaltable de tu rostro, testigos
silenciosos de accidentes sin sentido, que trajeron malestar y te dieron tristes
sufrimientos. Cicatrices que despiertan las
memorias de la hora más difícil que has vivido.
Sin embargo, solamente son puras cicatrices,
heridas que han sanado y ya no duelen otra vez… cicatrices que no tienen más
valor que el que tu mente les recuerda, valen menos que un penique si es que no
sabes cómo te han venido.
Pero son aquellas cicatrices, que te hacen recordar los errores que
has tenido; aquellas cicatrices que te hacen sabio al futuro. Porque esas cicatrices te hacen dar mejores
decisiones, te enseñan caminos superiores, tanto así que hasta consejos a los
simples puedes dar a borbollones. Pero lo
mejor de aquellas cicatrices es que no te dejan olvidar que la herida que
estuvo en su lugar ha sanado y jamás te dolerá.
Es así también con las heridas de la vida, aquellas que rasgan lo más
hondo de tu alma; esas heridas que te duelen como nada en este mundo y hacen
gemir en lo profundo de tu lastimado corazón; esas heridas un día no lejano serán
simples cicatrices, que harán que te recuerdes que Dios te ha dejado un cuerpo en
el que cualquier herida bien aseada, no importando el tamaño que ésta tenga, sin
duda alguna, seguramente sanará.
...y jamás debes olvidar, que Dios es un Dios que sana las heridas más horribles de la vida.
...y jamás debes olvidar, que Dios es un Dios que sana las heridas más horribles de la vida.
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