Desde el fango… Allí estaba aquel pobre hombre, hundido en las arenas movedizas del pecado, tratando de esforzarse por salir, pero cuanto más intentaba, más se hundía; entre más fuerza ponía más hondo se iba; y mientras más tiempo pasaba, aunque no se moviera, poco a poco se seguía sumergiendo. Tal vez el alcohol era su dueño, o a lo mejor la lujuria su mejor esclavizante… lo importante es que su cuerpo poco a poco cedía el mando a sus placeres… tirado en la esquina de la cuadra, recordaba nada más lo que pudo haber logrado sin caer en ese lodo. La esperanza muere a veces antes que la vida, porque no hay ninguna expectativa en aquel que lo único que sabe es que poco a poco va hundiéndose y que no hay salida a su futuro que aparece escrito en el fondo del estiércol. Y es que el pecado traga a los indolentes, que nada se esfuerzan por no caer en él y cuando caen en la cuenta de que deben esforzarse, ya es demasiado tarde. Pueden luchar por sal
Palabras pastorales para un mundo necesitado.