La raíz de todos los males
Es común en nuestros
días, ver pastores y ministros de culto, que son buenísimos para colectar
dinero, pues tal parece que han logrado descubrir la forma de motivar a las
personas para que pongan muchos de sus bienes en el canastillo de la ofrenda.
Sin embargo,
generalmente ésta motivación dista mucho de cumplir un objetivo altruista, ya que
la mejor forma de convencerles es mediante la promesa de que están invirtiendo
para recibir mucho más de lo que han entregado, es decir que les ofrecen un rédito demasiado atractivo.
No tienen un
corazón dador, solo esperan algo a cambio, y esto de nada les sirve (1Corintios 13:3)... no están siendo dadores por amor... están dando
por amor, pero por amor al dinero.
Así mismo,
hay otros que se pasan la vida criticando a estos hombres que logran recoger
grandes tesoros, mofándose de aquellos que se desprenden de sus bienes y dan sus diezmos,
utilizando todo esto como excusa para evitar ser dadores, porque también aman el
dinero.
Por lo tanto
unos dan por amor al dinero y otros no dan por amor al dinero…
No obstante,
los deseos de Dios son que compartamos nuestro pan con los hambrientos, que
ayudemos a nuestros hermanos cuando lo necesiten, que cubramos a los que están desnudos, y que
le demos a los pobres para sus necesidades (Isaías 58:7), que diezmemos de todos nuestros ingresos (Malaquías 3:10) y que todo lo que
hagamos al prójimo lo consideremos como si lo hiciéramos a Él (Mateo 25:32-46); pero lastimosamente el amor al dinero se ha
opuesto a esa voluntad maravillosa del Señor.
Cambiemos esto
y vayamos delante del Todopoderoso, clamemos por un cambio de corazón, y
convirtámonos en personas más parecidas a Jesús, rompiendo la raíz de todos los
males: el amor al dinero.
Comentarios
Publicar un comentario