Ideales correctos, lucha incorrecta:
A menudo en el mundo se lucha por
ideales correctos, se defienden los derechos de la mujer que ha sido sometida
al machismo durante siglos, se defiende las tierras de los campesinos que un
día fueron propiedad de sus ancestros, se defienden a los obreros oprimidos por
los jefes millonarios, se lucha contra el racismo y la discriminación, se
instituyen sociedades de protección animal, se enseña a los padres a no pegar a
sus hijos y darles mayores libertades, se defienden los alimentos sanos y se
lucha contra la obesidad… en fin, se
trata de defender al débil de una u otra manera.
Sin embargo, el espíritu del
mundo utiliza estos problemas para desviar los pensamientos del hombre. La obsesión toma el control, la ira se
posesiona de los corazones, sangrientas guerras surgen a raíz de esa ira; el
deseo se convierte en lucha, y la lucha en una consigna de pleito. La lucha contra la obesidad da como resultado
la bulimia y la anorexia; las mujeres se sublevan de los machos pero los divorcios
que Dios aborrece (Malaquías 2:16) crecen exponencialmente, el aborto se
convierte en la salida de los embarazos no deseados y el sida surge como hito
de la libertad sexual, los sindicatos llevan a la quiebra su fuente de trabajo,
la psicología enseña a los padres a no pegar con ninguna cosa a sus hijos, pero
los niños se hacen más desobedientes, cumpliendo la profecía la Palabra del
Señor donde dice que en los postreros días habría muchos desobedientes a los
padres (2Timoteo 3:2); las pandillas se expanden como espuma y la sociedad se
desangra ahora no por el problema sino por la solución.
Jesús dijo: …porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15:5) y el mundo ha
puesto a un lado al Señor, pues han creído que su lucha se libra aquí en la
tierra, pero se han olvidado que la lucha contra la injusticia fue librada en
la cruz del calvario y se concluirá el día que Jesús venga otra vez.
Nuestra primera oración debe ser “ven
Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20), porque cuando esto suceda, Él enjugará toda
lágrima, no habrá más llanto ni dolor, la injusticia cesará y reinará la
justicia y la equidad; y para mientras que esto suceda oremos por los débiles,
extendámosle una mano mostrándoles al Maestro, seamos el buen samaritano, enseñándoles a Cristo en sus
vidas, y Él será su cimiento en medio de las tormentas, que no los dejará caer.
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