Ir al contenido principal

El Dios de Abraham, o ...Tu Dios



Tu Dios

Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac…  Génesis 28:13.

Jacob había buscado con fervor aquella bendición, había luchado contra viento y marea para obtener esa primogenitura, privilegio éste que era señal del máximo honor delante de aquel a quien sus padres llamaban “Dios”, aquel a quien le habían inculcado en el seno de su hogar desde que era un pequeñuelo… tenía muchos años de vivir creyendo en Él, había sido obediente a sus ordenanzas, había caminado en Sus caminos, había cumplido Sus estatutos, hablaba con Él constantemente en sus frecuentes oraciones matutinas…  Era todo un feligrés… un servidor del Dios de Abraham…  Sin embargo, y aunque parezca el cuento más inconcebible de la historia…  Él seguía siendo aún y solamente “el Dios de sus padres”…   
Pero como suele suceder cuando Dios quiere darse a conocer y te encuentra en los momentos más extraños de la vida, y como suele ocurrir cuando Dios deja de ser “abuelo” para convertirse en “Padre”…  como aconteció en la vida de aquel pequeño y gran apóstol del Señor, cuando en medio de esa cruenta y cruel persecución se encontrara cara a cara con aquel a quién según él ya conocía, pero estaba persiguiendo en ese mismo instante.   Así, el Señor se le presenta, en aquel lugar que era puerta de lugares celestiales, donde ángeles del cielo bajaban a la tierra para hacer aquellas cosas que hacen en estos territorios…  allí en Bethel, lugar de luz, Jacob tiene un encuentro con el Dios de sus padres, un encuentro de aquellos en los que un hombre nunca vuelve a ser igual, y donde la cara se transforma como Moisés al bajar de la montaña, allí Jacob lo empieza a entender, comienza a comprender que la bendición de la doble porción no era más que una simple pizca de lo que podía obtener al conocerle frente a frente.

E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir,  y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.  Génesis 28:20-22.

Ahora, Dios había dejado de ser simplemente el Dios de sus padres para convertirse verdaderamente en “su Dios”, ahora había una relación, un compromiso, un trato… hoy Jehová era finalmente “el Dios de Jacob”.    Porque ir a la iglesia todos los días de la vida, estudiar en el teológico o cantar salmos delante de Su gloria… ser ministro de alabanza o predicar desde el púlpito la Palabra del Señor… decirse un buen cristiano o incluso hasta hacer Su voluntad…  no es lo mismo que tener un encuentro con aquel que decimos conocer, aquel que puede transformarnos en Su mismísima presencia, aquel que de ser el Dios de Abraham  puede convertirse en mi Dios… Tu Dios… el Padre nuestro.

Comentarios

Entradas populares de este blog

entresacando lo precioso en lo vil

Entresacando lo precioso en lo vil ...y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Jeremías 15:19. Un rayo de luz en medio de la densa oscuridad...  una pequeña nube del tamaño de la mano de un hombre en la inmensidad del cielo azul... una gota de agua en el desierto más atroz… tal vez, una ínfima sonrisa en medio de aquel horrible mar de lágrimas o un halo de esperanza en un lamentable universo de tristezas...  pero, siempre habrá algo precioso en medio de lo vil, algo útil en la basura, algo bello en los desaciertos, algo hermoso en el desierto. La clave está en encontrarlo; hacer a un lado lo que no vale, olvidar lo que no edifica, aprender de lo que enseña, pensar en lo que es verdadero cuando todo parece falso, lo honesto cuando todo parece hipocresía, lo justo cuando todo parece injusto, lo puro en lo impuro, encontrar el buen nombre, la virtud y la alabanza (Filipenses 4:8) donde parece que todo está perdido, recordando que a los que a Dios aman “t

Fiesta en el Desierto

Gozo en el desierto Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. Éxodo 5:1. Una buena fiesta se celebra en un buen lugar, con piscina, sauna, cancha de tenis, amplios jardines, y por supuesto: abundante comida; Debe ser un lugar cómodo y placentero, donde se pueda estar mucho tiempo sin querer retirarse.   Sin embargo, Dios escogió nada más y nada menos que el abrazador, soleado, y tórrido desierto para que Su pueblo celebrara la fiesta más grande que jamás hubieran ellos realizado...  "la fiesta de la liberación".  Allí en aquel lugar arenoso, sin vida, desprovisto totalmente de algún destello de vegetación, incómodo y vacío, peligroso, escaso del líquido vital y de pan… allí se proponía Dios que Su pueblo se gozara en Él.   Y qué mejor lugar para un corazón agradecido que no ve los pormenores del desierto, no se queja, sino más que todo se deleita en la libertad recibida aquella noche por la sangre de

La maldición nunca vendrá sin causa.

La causa de la maldición Pro 26:2   Como el gorrión en su vagar,   y como la golondrina en su vuelo,   Así la maldición nunca vendrá sin causa. Es por demás que gritemos, declaremos, rechacemos, revirtamos y hagamos un sinfín de rituales contra las maldiciones, si no quitamos la causa… porque la maldición nunca vendrá sin una causa. En 1Juan 5:8 dice que el maligno no tiene derecho alguno para tocar a aquel que no practica el pecado y el pecado es la causa de las maldiciones (Deuteronomio 28:15); así mismo la Palabra declara que el que aportille el vallado lo morderá la serpiente (Eclesiastés 10:8).   Esto significa que cuando por medio del pecado abrimos agujeros en la cerca de protección que Dios nos ha puesto por medio de la Sangre de Jesucristo, al redimirnos de la maldición en la cruz; entonces la serpiente antigua, nuestro enemigo, tiene derecho pleno para poder entrar y utilizar sus artimañas para destruirnos, inyectándonos su veneno de maldición en nuestro