Lo que Dios quiere de nosotros.
1Tesalonisenses 4:3 pues la voluntad de Dios es vuestra santificación…
La voluntad
de Dios siempre se realizará, pues ni un pajarillo cae a tierra si no es por la
voluntad del Padre (Mateo 10:29); el sol sale a la hora indicada, la luna
brilla en luna llena cada veintiocho días, el mar no se pasa de sus límites, la
lluvia cae a su tiempo y la tierra gira sobre su eje cada veinticuatro horas
sin falta, porque Dios así lo quiere; sin embargo, la santificación depende de
nuestra propia voluntad, depende de que nos propongamos ser santos. Ser santos significa apartarnos del mal, por
lo tanto muchos nunca en su vida cumplirán con dicha Voluntad de Dios.
Dios es
soberano y a su voz tiembla la tierra y se producen muchos hechos portentosos,
con tan solo decirlo Él, como cuando Jesús ordenó que la higuera se secara e
inmediatamente eso sucedió. Sin embargo
con el hombre esto es distinto pues tiene cierta libertad de hacer o no hacer
lo que Dios ordena, a esto le llamamos libre albedrío.
Dios dijo: Sed Santos, porque Yo Soy Santo (1Pedro
1:16), sin embargo el hombre huye de la santidad y busca sus propios
deleites. No obstante hay personas en
este mundo cuya valentía reta sus propios egos, con el firme propósito de hacer
la Voluntad de Dios en su vida, gente que lo deja todo con tal de seguir a
Cristo, individuos que se niegan a sí mismos cada día para satisfacer los
deseos de Dios; Personas como el apóstol Pablo que se despojaba de lo que
fuese, con tal de acabar la carrera propuesta por Dios, o Abraham que dejó su
tierra e incluso parentela por recibir un galardón que solamente se haría
realidad hasta la eternidad, o como aquellos profetas que fueron asesinados por
hacer la Voluntad de Dios.
Seamos
hombres y mujeres valientes que se enfrenten al enemigo más poderoso que se
llama “nuestra carne” porque solamente así,
por medio de la santidad de Dios en nuestras vidas, destruiremos las
artimañas de Satanás alrededor nuestro.
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