La Victoria de la peor derrota
Fue aquel día
de primavera… cuando el destello brillante de la mañana aún no mostraba su
faz. La luna llena hacía ver las sombras
de un puñado de hombres con algo así como armas y palos que venían hacia él. El
murmullo de unos cien hombres se dejaba oír en medio del silencio sepulcral en
aquel lugar. Un viento suave revolvía sus
cabellos un tanto crespos, el sudor brillaba sobre su rostro, haciendo una
imagen algo majestuosa; de pronto como si le llamaran levantó su rostro y puso
sus ojos en aquellos que llegaban… ¿a
quién buscan? Preguntó, levantándose
para ir hacia ellos –buscamos a Jesús nazareno –dijeron casi a una voz… en ese
momento como de la nada salió uno de sus mejores amigos hacia él, lo abrazó,
vio su rostro un momento y empezó a temblar y fue allí, en medio de las sombras,
que tuvo que alejarse de él como si hubiera visto un fantasma… algo andaba mal.
Jesús había
sido atrapado y ahora se encontraba a merced del hombre… aquel hombre que un
día cuando con mucho amor había suspirado mientras lo formaba del polvo de la
tierra… aquel hombre que un día había salvado de la destrucción diluvial en un
barco sin timón.
No poniendo
ninguna resistencia, caminó con ellos para ser juzgado, el Gran Juez de la
tierra… con cadenas, como si fuera el peor de los asesinos del universo.
Sus hijos, a
quienes había sacado un día de la esclavitud de Egipto, hoy le señalaban como
el más pecador y blasfemo de los hombres…
aquellos que había ayudado para entregarles la tierra prometida dándoles
victorias más que milagrosas, hoy lo abofeteaban con desprecio.
Aquel cuadro se
tornaba aún más desastroso… abandonado,
traicionado, abucheado, despreciado y claramente derrotado. Aquellos clavos que abusivamente entraron
por sus venas, terminaron la agonía de aquel terrible día.
El silencio
nuevamente hizo su presencia. Sollozos y
lamentos de uno que otro que pasaba en el lugar. Su cuerpo demacrado yacía en el madero
demostrando la vergüenza de aquel, que otrora había dicho que su reino era sempiterno.
Su pecho había callado ya sus
movimientos, la sangre había marcado aquel poste de madera… no había más… la última esperanza había
muerto.
La mirada de
los ángeles del cielo, aún preguntándose ¿porqué?... y la fiesta… si… la fiesta mas intensa del
averno.
Tres días de
alegría en el infierno... era evidente la
victoria… eran los amos de la tierra.
Sin embargo
ante la mirada incrédula del diablo y sus secuaces, de pronto un terremoto
mueve aquella piedra cual si fuera un grano de arena movido por el viento. De
pronto hay silencio en el infierno... hay expectativa desde el cielo.
Entonces sucedió… aquello que nunca antes se
pudieron haber imaginado, la fuerza más intensa que jamás haya existido emergió
desde lo profundo de la cueva. ¡Se levantó! Jesús ¡Se levantó! ¡NO ESTÁ MUERTO! ¡EL VIVE!
Allí en aquella cruz… aunque el diablo ni
podía imaginar lo que pasó… allí fue la victoria más excelsa que existió.
Así es
nuestro Dios… Sus victorias son distintas que las nuestras, porque Dios hace
las más grandes victorias de las más terribles derrotas.
Solo quiero recalcar que la victoria fue la cruz... allí el Señor exhibió publicamente a los enemigos, triunfando sobre ellos (Col.2:15). La resurección simplemente fue la fiesta de la victoria.
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