Cuando todo nos sale mal...
Muchas veces en la vida parece que todo nos sale mal, cometemos errores impensables cuyas consecuencias no tienen solución.
No hacemos aquella llamada que era urgente y perdemos el negocio, tratamos de reparar una fuga de agua en la casa y la empeoramos, o por quitar una gotera en el techo tropezamos y caemos rompiéndonos dos o tres costillas, gastando más en doctores que lo que hubieramos pagado por un experto... en fin, cosas que huebieran sido fáciles de resolver si tan solo no nos hubiéramos equivocado; problemas en los que no hay más culpable que nosotros.
Quisiéramos castigarnos severamente o quizás golpearnos ... pero no podemos. Gritamos y nos tildamos de "tontos" o cualquier otro insulto similar.
Sin embargo, la Palabra de Dios dice que ningún pajarillo cae a tierra si no es por la voluntad del Padre (Mateo 10:29).
Nuestros errores también están bajo control de nuestro Dios y Su voluntad.
Un gran error que conocemos es aquel que David cometió cuando hizo suya a Betsabé, mujer
de Urías Heteo. David adulteró, y no solo adulteró, asesinó
indirectamente a Urías. Sin embargo, Salomón el rey más impresionante y
sabio que hubiera tenido Israel, fue precisamente fruto de la unión
entre David y Betsabé.
Dios prometió a Abraham que le daría un hijo (Génesis 15:3-4) y la Biblia dice que él creyó aquella promesa (Génesis 15:6)... pero cuando vio que el tiempo se iba y que aquel hijo nunca llegaba se llegó a su sierva Agar y engendró a Ismael, cuyos descendientes son hoy en día acérrimos enemigos del pueblo de Israel. Abraham tuvo que sacar de su vida a Ismael, mandándolo al exilio... pero a pesar de este error cometido por su desesperación, Dios al final bendice grandemente a este muchacho (Génesis 17:20).
Un día Abraham por temor cometió una equivocación que por poco le cuesta su matrimonio, ocultándole a Abimelec que Sara era su mujer (Génesis 20:1-14), hasta que Dios intervino, antes de que el error se consumara.
Por lo tanto, vemos que hay errores que Dios permite que cometamos y hay otros que Dios nunca lo permitirá; porque nuestros errores también están bajo el absoluto control de Su voluntad.
No nos recriminemos por las equivocaciones del pasado, pues aunque obviamente fue totalmente nuestra culpa y definitivamente debemos de tener más cuidado en el futuro, Dios las permitió en Su soberana voluntad y al final Él las transforamará para nuestro bien.