No se ponga el sol sobre tu enojo. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, Efesios 4:26. Aquí el apóstol Pablo nos hace entender que enojarse no es ningún pecado, porque a veces no podremos evitarlo, pero mantenerse enojados sí lo es. Dios también se enoja a veces y nosotros que somos hechos a Su imagen naturalmente nos enojaremos en ciertas ocasiones, sin embargo, el enojo del Señor es solamente momentáneo (Salmo 30:5). Así mismo nosotros también cuando nos enojemos lo debemos hacer por un momento y nada más... no debe pasar un día sin que el enojo se esfume de nuestra alma. Cuando el enojo pasa de un día se ha convertido en “amargura” y la amargura es un pecado que nos destruye lentamente, evita que alcancemos la Gracia de Dios para nuestras vidas y además contamina a los que nos rodean (Hebreos 12:15). Esaú se contaminó de amargura en su corazón, por que dejó que su enojo contra su hermano Jacob se extendiera día tras día,
Palabras pastorales para un mundo necesitado.